Nuestro amigo irlandés
-Permítanme que les presente a mi sobrino Tom Lefroy.
Mientras el señor Austen le daba la bienvenida en nombre de toda la familia, Jane clavó sus ojos de color avellana en el joven. No había en él nada llamativo, pero tampoco nada fuera de lugar. Sus maneras no parecían estudiadas, su voz resultaba agradable y la sonrisa que acompañó a su saludo fue franca y cordial. Su actitud era la de alguien que se siente a gusto consigo mismo y con los demás. La gentil reverencia con la que respondió a las diversas presentaciones, su respuesta natural a las preguntas de cortesía… Todo en él resultaba armonioso; ni envaramiento, ni arrogancia, ni una soltura desmedida.
-Es un placer tenerle entre nosotros. Confiamos en que su estancia sea lo más agradable posible.
-Muchas gracias, señora Austen. No me cabe ninguna duda de que será así.
-¿Había estado alguna vez en Hampshire?
-No, es la primera. Aunque confío en que no la última.
-Ya sabes que puedes volver a nuestra casa cuando quieras –intervino de inmediato su tío-. Y no debes tener ninguna prisa por regresar a Irlanda. Nuestro hogar es el tuyo el tiempo que desees.
Mientras la conversación proseguía por los cauces de los agradecimientos y los buenos deseos, Jane tuvo tiempo de continuar con su análisis. Las buenas maneras del joven irlandés eran un complemento perfecto para su figura elegante y la apostura de su rostro. Mirada decidida, rasgos marcados, pero aún suaves, y la sonrisa siempre dibujada en los labios.
-… Cassandra se marchó hace unos días, pero seguro que tanto Henry como Jane asistirán. ¿Le gusta bailar, señor Lefroy?
-Sí, mucho. Y espero tener el honor de compartir algún baile con la señorita Austen –añadió, inclinando ligeramente la cabeza.
Jane respondió con una tímida sonrisa, que se ensanchó al percibir el brillo de los ojos del joven al encontrarse con los suyos. (Jane. Capítulo 1)
Ayer fue el cumpleaños del señor Tom Lefroy, así que tenéis casi la misma edad…
La primera de las cartas de Jane Austen que se conserva está fechada en Steventon el 9 de enero de 1796. Ese día, Cassandra cumplió veintitrés años y, con ese motivo, su hermana Jane le escribió una carta para felicitarle. Sin embargo, ese no era el único asunto que ocupaba su mente mientras empuñaba la pluma. Desde hacía unas semanas, el vecindario contaba con la presencia de un joven caballero con el que Jane había congeniado a la perfección. Y, por lo que parece, las noticias habían volado hasta el lugar en el que se encontraba Cassandra con la familia de su prometido.
Me regañas tan duramente en la larga y agradable carta que acabo de recibir, que casi tengo miedo de decirte cómo nos comportamos mi amigo irlandés y yo. Imagina las cosas más libertinas y escandalosas en la manera de bailar y de sentarnos uno junto al otro.
Así continúa la carta de Jane, mostrando la complicidad que la unía a su hermana Cass y su carácter alegre y burlón. ¿Sería realmente así? Las normas de conducta de la sociedad en la que vivió Austen marcaban las pautas en las relaciones sociales. Saltarse esas normas podía dar lugar a habladurías y a malentendidos…
Una pregunta para los lectores de Austen, ¿no os recuerda esa actitud a la de Marianne y Willoughby?
Sin embargo, puedo exponerme solo una vez más, porque se marcha inmediatamente del país después del viernes próximo, día en que, por fin, se celebrará un baile en Ashe. Es cierto que se trata de un joven muy galante, apuesto y agradable. Pero no puedo contarte mucho más, ya que, salvo en los últimos tres bailes, apenas nos hemos visto, porque en Ashe se ríen tanto de él, a causa mía, que le da vergüenza venir a Steventon.
En película «La joven Jane Austen» (Becoming Jane), se muestra la relación entre la escritora británica y el joven Lefroy. ¿Qué hay de verdad en esa historia? ¿Se declaró Tom? ¿Estuvieron a punto de fugarse? ¿Volvieron a encontrarse?
En una carta a Cassandra posterior a la que hemos citado hasta ahora, la misma Jane nos da algunas pistas. Al referirse al baile que le anunciaba en su anterior misiva, Jane dice:
Me muero de impaciencia por ir, pues confío en recibir una propuesta de mi amigo durante el transcurso de la velada.
Una propuesta de matrimonio, claro. ¿Realmente lo esperaba? Jane continúa en un tono medio en serio medio en broma y añade:
Lo rechazaré, sin embargo, a menos que prometa deshacerse de su abrigo blanco.
Jane dejó la carta a medias y la continuó al día siguiente, cuando tendría lugar el baile durante el que Tom podría confesar su amor. Pero, ¿lo haría? ¿Lo esperaba Jane?
Finalmente ha llegado el día en el que coquetearé por última vez con Tom Lefroy, y, cuando recibas esta carta, todo habrá terminado. Me brotan las lágrimas mientras escribo, ante tan melancólico pensamiento.
El tono de Jane es burlón y satírico… ¿Un modo de camuflar sus verdaderos sentimientos? Consciente de la sociedad en la que vivía, Jane conocía las dificultades que impedían un compromiso entre Tom Lefroy y ella. El joven Lefroy debía prosperar para poder ayudar a su familia. Un familiar adinerado estaba sufragando sus estudios con esa finalidad. La hija de un párroco rural no era, por lo tanto, la esposa que más le convenía. Y Jane lo sabía.
Tom se marchó y nunca regresó a Steventon.
¿Y Jane?
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