La prima Eliza
-¡Jane, querida, estás preciosa!
–Merci beaucoup, madame –repuso la joven con una grácil reverencia.
-Es un placer tenerte entre nosotros, prima Eliza –añadió de inmediato Henry, tomando la mano de la dama, para llevarla hasta sus labios.
-El placer es mío –contestó ella con una sonrisa cordial-. Es un privilegio estar rodeada de gente tan adorable como vosotros. Venir a Steventon es como regresar al hogar. ¿Has visto que tías tan guapas tienes, Hastings? –le comentó a su hijo, que se había escondido tras ella. El muchacho enrojeció levemente, ganándose una mirada comprensiva de Jane.
-¿Cómo está tu prometido? –continuó inquiriendo Eliza, esta vez a Cassandra.
-Muy bien, gracias. Recibí una carta del señor Fowle la semana pasada y las noticias que transmitían eran muy favorables.
-No sabes cuánto me alegro. Espero que vuelva pronto para que podáis casaros. Estoy segura de que seréis muy felices juntos –auguró Eliza tomando las manos de su prima, que recibió sus palabras con una mirada agradecida.
Eliza Hancock o Betsy, como la llamaban en familia, era la hija de Philadelphia, la única hermana del reverendo George Austen. Desde sus inicios, su vida había contado con un tinte exótico y novelesco. Eliza había nacido en la India, aunque tan solo había vivido allí cuatro años antes de viajar a Inglaterra. Sin embargo, su padre se vio obligado a regresar a Calcuta para lograr el sustento económico que sus exiguas rentas no le propiciaban. A la muerte del señor Hancock, Eliza contó con la protección de su padrino, el señor Warren Hastings, alto mandatario en Bengala, y del que las malas lenguas decían que no solo actuaba como un padre para la joven, sino que esa era en realidad su relación con ella.
Continuando con su vida itinerante, madre e hija se instalaron en París, donde la belleza e ingenio de Eliza le ganaron un puesto privilegiado en esa sofisticada sociedad, y conquistaron el corazón de un joven capitán, que además era conde, o al menos eso decía de sí mismo.
Poco después de su matrimonio, con su hijo varón aún en el vientre, Betsy emprendió un viaje a Inglaterra para visitar a su familia de Steventon. Dentro de su ajetreada vida, no fue de extrañar que el alumbramiento del pequeño Hastings tuviera lugar en Calais, a mitad de trayecto.
Cuando finalmente llegaron a Steventon, Betsy se convirtió en una favorita en el hogar de los Austen. Su carácter alegre, su mente despierta y la vivacidad de su imaginación la convertían en una perfecta compañera de juegos para las chicas. Y su belleza y modales sofisticados encandilaban a los jóvenes. Cassandra aún recordaba cómo Jane y ella habían espiado a su hermano Henry, mientras paseaba junto a Eliza por las inmediaciones de la rectoría, sacando a relucir todo su repertorio de bromas, ocurrencias y no pocas galanterías, a las que la dama respondía con miradas, sonrisas y comentarios entre divertidos y maliciosos.
Además de todos estos encantos, la Comtesse también poseía grandes dotes para la interpretación, como se comprobó en las representaciones teatrales que tenían lugar en la rectoría de vez en cuando, y en las que ella participaba aportando un toque de glamour con su acento afrancesado.
Cuando se dio por finalizada la visita y regresaron a Francia, el hogar de los Austen pareció quedarse vacío. Jane no dejó de escribirse con su admirada prima, que le parecía digna de protagonizar algunas de las novelas que leía, y, en más de una ocasión, Cassandra la había descubierto en su cuarto, imitando los gestos de Betsy y el tono seductor de su voz.
Pocos años después, la turbulenta protesta social que se convirtió en una auténtica revolución provocó el regreso de Philadelphia, Eliza y su pequeño a Inglaterra, mientras el Conde de Feuillide permanecía en Francia en una situación cada vez más complicada. Continuando el guión propio de su vida de novela, la Comtesse sufrió la perdida de su marido, que fue juzgado por traición y ejecutado en la guillotina. Desde su nuevo hogar en Londres, Eliza había mantenido el contacto con sus queridos primos y en especial con Jane, que le había dedicado algunos de sus relatos y no ocultaba su afecto y admiración hacia ella, aunque esto no agradaba demasiado a la señora Austen. (Jane. Capítulo 7)
La historia de Eliza es digna de ser contada en una novela y, de hecho, no han faltado voces que sugieren que Jane Austen se inspiró en su sofisticada prima para crear algunos personajes. En concreto, hay quien sugiere que Mary Crawford (Mansfield Park) puede ser una encarnación literaria de Eliza. Y también existe la posibilidad de que Austen la eligiera como modelo para diseñar el personaje de Lady Susan Vernon… ¿Es así?
No tenemos elementos para confirmar esa información, por lo que es una de esas preguntas abiertas que alimentan el sano debate entre los lectores de Austen. En cualquier caso, sí que nos parece oportuno aclarar que cuando se dice que un personaje está inspirado en alguien real, eso no implica que todo lo que haga el personaje sea un reflejo de la vida de la persona.
Con sus virtudes y sus defectos, Eliza es un personaje singular que merece atención y respeto. Como lector y biógrafo de Austen yo me he hecho mi imagen personal de Madame la Comtesse. No sé si coincidirá o no con la realidad, pero a mí me convence. Eliza fue una superviviente, una mujer de armas tomar, que blandió la elegancia y la coquetería como armas para abrirse paso y lograr salir adelante en una sociedad que no se lo ponía fácil.
No voy a hacer spoilers de mi propia novela, así que me limitaré a deciros que Eliza ocupa un lugar especial en Jane, acompañando a su protagonista en algunos momentos cruciales de su vida personal y de su labor de escritora.
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